Música
La música no solo embellece el viaje psicodélico: lo guía, lo transforma y lo moldea. En contextos terapéuticos como los de Johns Hopkins, se ha demostrado que ciertas selecciones musicales pueden facilitar momentos de catarsis, introspección profunda o conexión espiritual.
La clave está en adaptar la música a cada fase del viaje. Aquí una pequeña guía personal y colectiva basada en experiencias compartidas:
Fase de subida
Durante los primeros compases, cuando la sustancia comienza a actuar y el cuerpo se adapta a las nuevas sensaciones, conviene elegir música con ritmo constante, envolvente y animada. Personalmente, prefiero sonidos Deep House místico, muy en la línea de Burning Man, o incluso psytrance suave que eleva sin abrumar.
Fase de pico
En el corazón del viaje, la música se convierte en mapa y medicina. Aquí opto por ambient profundo, música orgánica e introspectiva, o piezas relajantes y místicas como las de Brian Eno, Ott, CloZee, Codas o Dead Can Dance.
Si el viaje lo permite, también son bienvenidas joyas del rock psicodélico como Pink Floyd, Grateful Dead o The Doors, que activan la emoción sin perder profundidad.
Fase de bajada
A medida que la intensidad disminuye, es tiempo de reconectar con lo cotidiano de forma suave y amorosa. Aquí todo vale: desde rock progresivo hasta clásicos de los 60 y 70. Me acompañan bien The Beatles, The Beach Boys, Cream, Supertramp, pero también Franco Battiato, Paco de Lucía y algún set de downtempo multicultural con aromas a la India, el Magreb o Latinoamérica.
En definitiva, la música puede ser brújula, espejo o nave durante la experiencia. Experimenta, escucha con el cuerpo y el alma, y deja que el sonido sea un guía silencioso.